En cualquier empresa, sea grande, mediana o pequeña, los jefes buscan empleados que estén comprometidos con su causa. Además de cumplir con el cometido para el que fueron contratados, desde hace tiempo lo que se busca es la identificación del empleado con los valores de la empresa. Así se consigue un síntoma de pertenencia, lo que lleva al compromiso del empleado por hacer por la empresa como si fuera suya.
Este compromiso no solo se centra en sacar el trabajo adelante, también en crear un buen ambiente de trabajo, fomentar el trabajo eficiente en equipo, la formación constante y la proactividad.
¿Y cómo se traslada esto a la escuela? El compromiso se traduce en entregar las tareas en tiempo y forma, en cumplir con el rol o roles que te adjudique el profesor y el respeto a los compañeros.
Personalmente, creo que para que los alumnos entiendan bien el concepto de compromiso, deben empezar por el suyo propio. Cumplir sus retos, metas, tareas… Pero, en mi opinión, el cumplimiento o no de ese compromiso no está del todo bien enfocado. Por una parte, es lógico que los alumnos deben saber que no cumplir con un compromiso adquirido debe tener consecuencias negativas, claro está. Por otra parte, encontrándose en un periodo de asimilación de conductas, si no explicas las consecuencias, si el alumno no «tangibiliza» o prevee la importancia de su compromiso, el efecto negativo de la consecuencia puede no surtir el efecto deseado, pues al final el niño puede pensar más en la repercusión de sus actos para con su entorno que en lo que le puede afectar a nivel personal. Dicho de otra manera, el niño piensa antes en el castigo que le impondrán sus padres o profesores que en lo que le puede afectar a nivel personal y de cara al futuro. Y ahí reside el problema, en que el alumno no tiene visión de futuro. Pero de esto hablaremos en otro post.
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